El problema de la comunicación

El problema de la comunicación

No me quieras tanto, quiereme mejor.

No me hables tanto, háblame mejor.

No me ayudes tanto, ayúdame mejor.

No me entiendas tanto, entiéndeme mejor.

Vale, y ¿Cómo?

Escuchando. Preguntando. Prestando atención. No solo para dar una respuesta, si no para comprender lo que nos dicen. Porque cada persona es diferente; lo que es muy bueno para mi será aceptable para el otro y lo que yo necesito puede ser lo último que la otra persona desearía.

Pero cuidado, es fácil caer en el error de hacer al otro responsable de nuestras necesidades y deseos. Esperar que sepa lo que queremos, lo que esperamos de ella o de él y que nos complazca. ¿Cómo se le ocurre decir eso? o ¿Cómo no ha hecho eso que yo taanto quería y estaba esperando? Porque, claro, para mi es obvio.

Pero no lo es para el otro.

A veces no queremos pedir, no lo vemos necesario, nos sabe mal, nos da vergüenza. Nadie vive en nuestra cabeza. Esperar que los otros adivinen lo que tenemos dentro nos va a llevar de caída libre a la decepción, al enfado, a la frustración… y “claramente” será culpa del otro por no imaginar, suponer, SABER lo que yo necesitaba.

La comunicación es un regalo y una suerte de la que tenemos que hacer uso para  facilitar las relaciones con los demás y evitarnos desengaños. Pedir algo, no te asegura recibirlo, pero te puede acercar más a donde quieres llegar. Y recuerda, también puedes pedirte a ti mism@ algo y en algunos casos será la apuesta más segura.



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